Le vendí mi corazón a un poeta cocainómano por menos de 100 dirhams. No tengo tiempo para recomponerlo y tampoco me hace falta. Me recriminaba que no era un segundo plato, que tenía que mirar más por él y no tanto por ella. Le cuidaba como sabía: droga por aquí, mentiras por allá, y se mantenía bien. Ahora aprenderé a vivir vacío, un poco más de lo normal. Más inerte, más apático, más inestable, pero feliz.
Sólo te pedí que me cuidaras a sabiendas de que no tenía ningún derecho a exigírtelo y tú te encargaste de destrozarme.
Sólo te pedí que me cuidaras a sabiendas de que no tenía ningún derecho a exigírtelo y tú te encargaste de destrozarme.
Te seguiré escribiendo esas cartas con mala letra que nunca te llegan, y acaban en pedazos por el escritorio.
Desgaste tu inicial, soplé dientes de león nuestro número de veces, puse en replay nuestra canción hasta dormirme, olí tu colonia hasta ser anaerobia y sólo tolerar tu colonia, pero no sirvió de nada. Sé que mi sombra sigue buscando la tuya, y, ¿sabes? ella tampoco tiene corazón. No sé si ésto depende del corazón, de la hipófisis o de mi inestabilidad emocional, pero tú eras mi base, mi cimiento, dependía de ti o dependo.
No tengo nada por lo que seguir, pero no quedan más cojones que hacerlo. Por mí (sin ti) y por el hueco que dejaste o dejé.
"Ay, nene..." como forma de terminar con todo.
"Ay, nene..." como forma de terminar con todo.